Como muchas otras festividades cristianas, ésta también tiene su origen en ritos paganos.
Los pueblos celtas comenzaban sus ciclos temporales por la mitad oscura: la jornada se iniciaba con la caída del sol, y el año con el principio del invierno. Así, con el SAMONIS, que equivalía a nuestro 1 º de noviembre, los celtas iniciaban el año con diversos festejos que concluían con "la fiesta de los muertos" .
En el año 998, San Odilon, abad del Monasterio de Cluny, al sur de Francia, instauró para el día 2 de noviembre, la festividad de Todos los Fieles Difuntos en la orden benedictina. En el siglo XIV Roma lo aceptó y lo extendió a toda la cristiandad.
Las civilizaciones prehispánicas de América también rendían culto a la muerte. Los misioneros cristianos tuvieron que adoptar muchos de los ritos y símbolos indígenas para lograr su evangelización.
Actualmente, un lado y al otro del océano, estos días se caracterizan por el recuerdo de nuestros muertos y la visita a los cementerios, pero en cada país o región existen diferentes tradiciones.
En México se tiene la costumbre de visitar los sepulcros y realizar actividades cuasi-festivas: se ornamentan los camposantos; se rinde culto al árbol de la vida; se consumen calacas de azúcar o cabezas de esqueletos que llevan en la frente el nombre de quien recibe el obsequio y, finalmente, se recuerda a los familiares.
En algunas comunidades indígenas mexicanas está muy arraigada la creencia de que en el más allá se otorga al difunto licencia para visitar a sus parientes que aún viven en el mundo terrenal; se trata pues de un huésped ilustre al que hay que agasajar y brindarle toda clase de atenciones. A las 12 horas de día 31 de octubre hasta medio día del 1º de noviembre se dedica el festejo a los niños, poniendo en el altar alimentos como: espumoso chocolate, pan de yema, dulces, tamales y algo especial del gusto del angelito: Se riegan flores de la puerta de la casa al altar para que el niño identifique su hogar y como señal de bienvenida.
El día 2 de noviembre a las 12 horas, se escuchan las detonaciones de cohetes en señal de que los angelitos se están despidiendo y se inicia el repique de campanas para el recibimiento de adultos.
En Ecuador, las familias preparan para la ocasión diferentes platos especiales como la colada morada (especie de crema de maíz negro, clavos de olor, raspadura, babacos, moras, piñas, canela, hojas de arayán, etc), Guaguas de Pan (ver la foto), frijoles, arroz, tamal y carne de cuí (o cuy, roedor pequeño también conocido como cobayo ("el Conejillo de Indias")). Visitan cementerios como es el caso del poblado de Calderón en las afueras de quito; sobre las tumbas de los familiares se pone la mesa y los visitantes pasan todo el día en esta degustación popular y en estrecho contacto con sus seres queridos.
En determinados lugares de Castilla existe la creencia de que los difuntos salen de sus tumbas la noche del 2 de noviembre y maltratan a los vivos que se han atrevido a salir a la calle. En Zamora sigue viva la tradición de la procesión de las ánimas, en la que la cofradía del mismo nombre desfila la noche del 2 de noviembre por las calles del cementerio mientras se reza el rosario a la luz de las velas. Ese día, en Galicia, las ánimas asisten a los sufragios de Difuntos que se celebran en las parroquias.
En Alicante hay una superstición que consiste en poner velas encendidas en las casas durante los días previos a la noche de Difuntos, para que las almas encuentren su camino.
En Tajuelo, en la provincia de Soria, se lleva a cabo el Ritual de las Ánimas al anochecer del día 1 de noviembre. El toque de muertos de las campanas acompaña al vecindario durante todo el proceso. Hay tres grupos: casados, solteros y resto de población. Los dos primeros grupos son los protagonistas principales puesto que son los encargados de ir cantando, salteándose las estrofas, el llamado Cántico de las Ánimas que leen a la luz de las velas en cuatro enclaves de la localidad. Al terminar cada Cántico todos rezan un padrenuestro que inicia el párroco, rezo en el que son acompañados por el tercer grupo que presencia a unos metros a los dos coros y que portan sobre las manos velas protegidas por botes, calabazas o cacharros de barro agujereados.
Al término de cada Cántico resuena por tres veces la campanilla y al finalizar el ritual, el sacristán reparte bollería y vino entre los asistentes.
Lo que no se puede negar es que en España la festividad se ha convertido en un recordatorio de quienes se fueron y en un disfrute de los paladares de los que seguimos aquí: huesos de santo y buñuelos (en toda España), postre de gachas (en Jaén), castañas asadoas (en Galicia y Castilla), arrope y calabazate (en Murcia), rosquillas de anís y patatas asadas (en Salamanca), arroz y talladetes (en Alicante), borrachillos (en Andalucía), panallets ( en Cataluña) y rosaris (en Mallorca) son sólo algunos ejemplos de lo que se cuece por estas fechas.
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